Ni secos ni mojados, ...perdidos
Yudith Carvajal Álvarez junto a su familia sufren hoy las
consecuencias de la política Pies secos-pies mojados. Parte de los
suyos permanecen en cualquier lugar inhóspito después de siete años,
donde ella aún no sabe.
La familia de Yudith Carvajal no resultó de las afortunadas con la política de “Pies secos, pies mojados”.
Esta medida impuesta por años a los cubanos se convirtió, para muchos,
en la vía de escape al llamado sueño americano. Para otros como Yudith y
los suyos, en una pesadilla. La peor de todas.
“Bien terrible, porque estas historias
uno las escucha y no piensas que te va a llegar a ti, algo que tú no vas
a llegar a vivir. Tú lo estás oyendo y dices, mira qué horror. De
buenas a primeras te encuentras que estás viviendo esa historia y tú
dices no es posible”.
Yudith no deja de sufrir. El tiempo es
incapaz de borrar la memoria de aquellos días de noviembre del 2009. Su
hermana Yusimí, los dos pequeños sobrinos y el cuñado, desaparecieron.
“Yo estaba en la casa, mami me llama y
me dice que mi hermana se había ido. Yo dije ¿cómo que se fue? Dice que
se fueron varias gentes y entre esos está tu hermana con los niños,
afirmó mi mamá nerviosa. ¿Mami cómo que mi hermana se fue? Vengo para la
casa y cuando llego me encuentro con esa realidad. Mi hermana no estaba
en la casa… salieron un buen día, una tarde, ya…”
A las cuatro de la tarde del siguiente
día una llamada devolvió algo de calma. “Estamos aquí, estamos bien”.
Para ese momento aún permanecían en tierra.
“Eso fue todo. Yo no recibí más nada. Ya
después todo fue comentario, llamadas por aquí… Nosotros fuimos a
diferentes instituciones, hicimos las reclamaciones. Para ser honesta no
las hice de inmediato, esperamos. Al ver que pasaban los días y no
teníamos comunicación me dirijí a las instituciones gubernamentales y
comienzo a hacer las reclamaciones”.
Nadie sabe con certeza si salieron o
llegaron; si tienen una mejor o peor vida, si alguien les cambió las
identidades, o en el peor de los casos, si no viven. Yudith y su madre,
esperan el día en que alguien asome a la puerta con las siluetas de los
familiares perdidos.
Perfecto sueño equivocado
La embarcación, suponen, se perdió con más de 40 personas a bordo en las apenas 90 millas que separan a Cuba de los Estados Unidos. El tiempo pasó y del norte nadie llamó. De Yusimí y de los otros no se supo más.
La embarcación, suponen, se perdió con más de 40 personas a bordo en las apenas 90 millas que separan a Cuba de los Estados Unidos. El tiempo pasó y del norte nadie llamó. De Yusimí y de los otros no se supo más.
“Te diré que mi sobrino tenía unos 18
años y la niña era diez años menor que él, o sea, unos ocho. Ellos
habían tenido otros intentos. Después de venir habían jurado y per
jurado que eso nunca más iba a suceder, que ellos no lo harían más, que
no lo harían más…. Ahora, ¿dónde está el problema en esto?, en no
hacerlo la primera vez, a la vez que lo haces la primera vez no hay
marcha atrás”.
La familia, los de acá y los de allá, se
ahogaron en la desesperación. Buscaron por mar y tierra durante muchos
días. El hecho existe solo en el testimonio y en los recuerdos de
Yudith, quien espera decirles adiós alguna vez.
“Lo que hago es eso, tratarlo de evadir,
tratarlo de evadir. Eso, no pensar en eso, pensar que en algún momento
voy a estar con ellos”.
Luego llegaron las especulaciones. Unos
decían que les extrajeron hasta el último de los órganos para venderlos.
Hasta pensaron que estaban en las Bahamas y realizaban trabajos forzados, al estilo de la esclavitud del siglo XIX cubano.
“Mis padres nunca más fueron personas. A mis niños yo no sé qué decirles. Yo no sé nada de sus primos…”
Yudith ha vivido años con nostalgia de
ver a los suyos. Ella necesita el beso, la ternura y el calor de su
hermana. Llora por los sobrinos; casi fue una madre para ellos. En su
casa siempre hubo espacio para las travesuras inocentes.
“Mi hermana era una persona de pueblo.
Quizás con sueños como cualquiera quisiera darle a sus hijos, quizás una
mejor vida, quizás un futuro…”.
Ni secos ni mojados
Los intentos de Yusimí, su esposo y los
niños, por salir del país en varias ocasiones siempre preocuparon a
Yudith. A las esperanzas por llegar más allá las acompañaba el temor.
“Yo voy a decir algo, que se lo dije a
mi hermana: yo te despido, yo voy con el dolor de mi alma para que
atravieses el océano completo y vayas al otro lado del mundo con sueños,
pero así no, por favor, así no. Su respuesta fue: no tengo miedo”.
La política de Pies secos- pies mojados sumió en el dolor a cientos de cubanos, barrios y pueblos enteros como el de Perico.
“No, no puedo estar de acuerdo con ello.
Yo soy víctima de esa política, soy doliente porque créeme que son
personas importantes en mi vida”.
La emigración
se volvió un suceso cotidiano para los pobladores de Perico. Hoy
algunos disfrutan del éxito. Muchos viven el cansancio por el trabajo
minuto a minuto en busca de un mejor pago. Otros le falta la felicidad,
la salud, el dinero y sus cuerpos se esconden donde aún nadie conoce.
Los cubanos tienen derecho a emigrar de forma segura y de soñar también, sin que la muerte asome o destruya las esperanzas.
“No descansar, seguir intentando con que
no suceda que no es la vía correcta. Que si realmente quieren ayudar a
los cubanos, que hagan otra forma, que el cubano pueda emigrar de otra
manera, o que mejoren un poco la situación de Cuba, yo no digo que sean
ellos, porque la situación de Cuba la tenemos que resolver nosotros., no
vamos a echarle la culpa solo a esa política, o a la Ley. No estoy de
acuerdo con eso tampoco. ¿Por qué se emigra tanto? Hay que buscar las
causas por qué es tanta la emigración”.
El olvido es imposible al paso de los
años. Yudith entristece y cuando conoce de hechos de emigración ilegal
insiste en el valor de la vida por encima de los sueños.
“Aún tengo esperanza porque no hay
evidencia de nada. Sencillamente salieron y nada más. La voy a tener
mientras viva, porque eso es lo único que me deja levantarme cada
mañana”.
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