Trump, un Chevy y la incertidumbre de los cubanos
1.
LA
HABANA – R.P. es un “emprendedor” cubano. Su pequeña empresa reduce su
estructura a él y su automóvil, que no son ni una persona ni un
automóvil cualquiera. R.P. tiene cuarenta años y hace dieciséis se
graduó como ingeniero mecánico en una universidad tecnológica habanera,
pero desde hace seis, al calor de la política de ampliación del trabajo
privado, dejó su antigua labor y se dedicó a conducir autos de alquiler.
Casi de un día para otro su salario aumentó en cinco, seis veces. Y su
auto, tan peculiar y “cubano” como él, es un Chevrolet Bel Air de 1957
que heredó de su padre.
Hace
un año, ante el auge de visitantes estadounidenses (nunca turistas, los
estadounidenses no viajan a Cuba como turistas pues la ley de embargo
se los prohíbe), R.P. decidió reorientar su negocio: en lugar de
recorrer La Habana buscando pasajeros que le pagaran en moneda nacional,
se especializaría en pasear visitantes estadounidenses. Porque a los
vecinos del norte les encanta recorrer la mítica, magnética ciudad de La
Habana en los mismos autos que más de medio siglo atrás pudieron haber
usado sus abuelos en sus viajes a Cuba. Y pagan bien por ese capricho.
Para
que el negocio funcionara mejor, R.P. tomó la decisión que ya otros de
sus colegas habían adoptado: convertiría su Chevrolet sedán en un
descapotable, el más cotizado de los transportes en que esos visitantes
gustan de recorrer La Habana, no importa lo implacable que sea el sol
del trópico.
Para
hacer la “cirugía reconstructiva” de su auto, R.P., que prefiere no
usar su nombre completo para evitar ver afectado su negocio, buscó a
otros emprendedores que se han especializado en este tipo de
transformación e invirtió en ella todos sus ahorros y más: 3000 dólares.
Ahora, ante las amenazas
del presidente Donald Trump de revisar la política de acercamiento
entre Cuba y Estados Unidos, R.P. no sabe si el “emprendimiento” que
creía próspero seguirá siéndolo o si ha hecho la peor inversión de su
vida porque, sin afluencia de clientes, demorará años en amortizarse…
R.P. ruega porque Trump no le joda el negocio.
2.
Mientras
en Cuba se celebraba el homenaje póstumo a Fidel Castro al que asistían
personalidades políticas de todo el mundo, un cintillo de la
transmisión de CNN en Español advertía que el presidente electo de
Estados Unidos prometía revisar el curso de las relaciones de su país
con la isla y quizá revertir el proceso de acercamiento iniciado en
diciembre de 2014 por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro. En los
meses posteriores la conexión se intensificó con varios decretos
presidenciales de Obama que propician el fortalecimiento de esos
recuperados vínculos entre Washington y La Habana.
Uno
de los signos más visibles de la mejoría de las relaciones fue la
ampliación de categorías en que podían inscribirse los
estadounidenses que desearan viajar a la isla y el reinicio de vuelos
comerciales directos. El más retumbante, la revisión de los privielgios
migratorios de los ciudadanos cubanos.
Ahora,
las reiteradas declaraciones de Trump respecto a la política que
seguirá con La Habana, más vehementes cuando recién ocurre la muerte de
Fidel, no permiten predecir una mejora en la salud de estas relaciones.
3.
Al
aeropuerto de La Habana llega uno de los vuelos de líneas comerciales
estadounidenses que cubren trayectos entre ciudades del norte y de la
isla. El vuelo procedente de Miami ha durado cuarenta y cinco minutos.
Ya en la pista, los pasajeros deben esperar otros cuarenta minutos para
que haya una escalerilla disponible que les permita salir del avión. En
los trámites migratorios, aduanales, de recogida de equipajes, invierten
otros noventa minutos.
Esa
misma noche, en un informativo cubano, un responsable de esa terminal
afirma que las condiciones están garantizadas para recibir a todos los
visitantes que llegan a la isla por ese aeropuerto y que podrían ser más
si se elimina el embargo. Pero la pregunta que nos hacemos todos los
cubanos –creo que los de aquí y los de allá- es: ¿Un Trump pragmático
flexibilizará el embargo o un Trump fundamentalista lo reforzará?
4.
Un
retroceso desde el estado de cosas hoy existente entre Cuba y Estados
Unidos podría llevar a cometer una vez más el error de cálculo político
de pensar que una postura de hostilidad estadounidense desestabilizaría
al gobierno cubano. Cuba, ya se sabe, lo resistió todo: desde las
tensiones de la Guerra Fría hasta el todavía vigente embargo dictado en
1962. Después soportó la caída de sus sostenes económicos y políticos
con la implosión del socialismo europeo y la desaparición de la URSS en
1991, que sumieron al país en una dramática penuria económica. La
situación de aquellos años de carencias supremas se hizo aún más difícil
de superar con el recrudecimiento del embargo gracias a las leyes
Torricelli y Helms Burton, que le daban carácter extraterritorial a las
sanciones que ya sufría el país. Pero el gobierno cubano asimiló esos
embates, aunque la mayor cuota de sacrificio y sufrimiento la padeció el
pueblo, los ciudadanos de a pie.
Sin
que cambiasen esas condiciones externas hacia finales de la década de
1990 comenzó para Cuba un período de recuperación y la vida se normalizó
—una compleja normalidad en la que siguen existiendo carencias— sin que
en lo esencial cambiara la estructura política del país ni su
dirigencia y, tampoco, la política de Estados Unidos hacia la isla, que
se tornó incluso más agresiva en los mandatos presidenciales de Bush
Jr., que llegó a limitar las visitas familiares y las remesas de los
cubanoamericanos que tanto ayudaban a sus parientes en la isla.
5.
Cuando
Raúl Castro asumió el poder en 2008, de inmediato emprendió cambios que
han afectado la estructura social cubana. Quizás desde fuera no se
tiene una medida exacta de lo que han significado esas transformaciones,
pero de entre ellas solo mencionaré una que ha modificado la vida de
sus ciudadanos: la posibilidad de viajar, antes limitada.
Esta
ganancia ha potenciado la emigración. Y se ha convertido, incluso, en
un oficio lucrativo: muchos cubanos viajan a Panamá, Ecuador, México o
Miami como “mulas” que regresan con electrodomésticos, paquetes de ropa y
comida que alimentan los pequeños negocios privados y el mercado negro.
En cada periplo “la mula” puede ganar unos 200 dólares: el salario de
cuatro meses de un médico cubano.
Cuando
mayor distensión existe entre Cuba y Estados Unidos, Trump lanza una
exigencia: la isla debe cambiar su sistema político o revisará su
posición hacia ella.
Obsesionado
con la emigración, quizás las decisiones que implemente Trump podrían
llegar a la derogación de la añeja Ley de Ajuste Cubano, más ahora
cuando el presidente Obama prácticamente cerró a los cubanos las
fronteras de su país con la eliminación de la política de “pies secos,
pies mojados” que garantizaba a los ciudadanos de la isla que llegaban a
Estados Unidos una residencia casi inmediata, un privilegio que por
años facilitó un crecimiento y rápida inserción de la comunidad cubana.
6.
En
la lógica de las declaraciones de Trump la posibilidad de un
levantamiento total o parcial del embargo podría entrar en un período de
inmovilidad, a pesar de que en la más reciente votación en Naciones
Unidas respecto a la exigencia cubana de su derogación, por primera vez
la delegación de Washington se abstuvo de apoyar su propia política. Si
concreta esta intención, Trump no haría más que darle continuidad a una
política que el presidente Obama trató de desmontar por considerarla
históricamente fracasada.
¿Volverán
las relaciones bilaterales a su estadio anterior? Con Trump todo puede
suceder. Solo que Cuba ya vivió esa experiencia y su sistema no cambió.
Lo más doloroso es que un regreso a la hostilidad la sufriría sobre todo
el pueblo cubano, que sería el gran perdedor por los efectos de una
sostenida ceguera histórica.
7.
Aun
con el repunte de la industria turística y la pequeña empresa privada,
la economía cubana decreció un 0,9 por ciento en el 2016. En su discurso
de cierre de año el presidente Raúl Castro exigió una política más
dinámica hacia la captación de inversión extranjera. El país la necesita
para crecer. En Cuba hay muchas cosas por hacer. La nueva relación con
Europa facilita a los empresarios del Viejo Mundo su acercamiento a la
isla. Un cambio político de Trump hacia Cuba impediría a las empresas
estadounidenses avanzar en los espacios existentes y crear otros nuevos,
incluso con embargo. ¿Sería un buen negocio para los estadounidenses?
El
taxista R.P. y otros emprendedores ruegan por una mejoría en las
relaciones con Estados Unidos. Ellos, como otros cubanos, podrían perder
sus inversiones y la esperanza de una vida mejor. Al mismo tiempo, los
cubanos que se preparaban para emigrar por la frontera mexicana se
vieron sorprendidos por el cambio de política migratoria con el que
Obama se adelantó a Trump dejándolos en el limbo —muchos de ellos con
sus casas y bienes ya vendidos— y preguntándose, ¿y ahora qué?
8.
Al
parecer, desde que se alejó del poder en 2008, Fidel Castro no
participó de manera activa en las más importantes decisiones y
transformaciones de estos años. Su figura conservó, sin embargo, su
simbolismo histórico.
Luego
de los nueve intensos días de sus exequias (concluidas el 4 de
diciembre, fecha significativa en Cuba pues se celebra el día de Santa
Bárbara sincretizada en el orisha guerrero Changó), la vida en la isla
fue recuperando su cubana normalidad.
Mucha
gente celebró las navidades. Los mejores jugadores de béisbol que
todavía quedan en el país comenzaron la fase de los decisivos play-off.
Mientras, los sacerdotes yorubas, en su tradicional predicción,
anunciaron que el 2017 sería un año magnífico. Pero la gente se pregunta
qué pasará en los próximos meses, ya sin Fidel en Cuba, con Trump al
otro lado del Estrecho de La Florida y los nuevos acuerdos migratorios.
¿Será en verdad un buen año para los cubanos?
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